Marina Tsvietáieva, mi mujer por carta de febrero

Para mi @mujeresporcarta de febrero, elegí a otra de mis mujeres favoritas: Marina Tsvietáieva. Conocemos a muchos escritores–hombres– rusos de todos los siglos: Tolstoi, Dostoyevski, Pushkin, Nabokov, Bulgákov, Chéjov… pero, ¿a cuántas mujeres? La historia, la política y la literatura se han encargado de que las escritoras y poetas rusas estuvieran a la sombra; que la literatura rusa masculina fuese la predominante (y cuándo no), que sus obras fuesen censuradas y que su nombre estuviese casi borrado de la historia. Este es el caso- uno de tantos- de Tsvietáieva.

Marina Tsvietáieva (1892- 1941), hija de Iván Vladímirovich Tsvetáyev, un profesor de historia (fundador del Museo Alexander III) y de Maria Alexandrovna Meyn, una pianista frustrada, comenzó a escribir poesía desde una edad muy temprana y casi en contra de los deseos de sus padres. Su padre quería que se dedicase al arte y fuera su sucesora en el Museo, mientras que su madre se inclinaba por la idea de que fuese concertista de piano, algo que ella misma no pudo alcanzar en su juventud. Ambas historias se pueden leer en Mi padre y su museo (Acantilado, 2021) y Mi madre y la música (Acantilado, 2012), dos relatos que escribió durante su exilio en Francia y que nunca llegó a ver publicados en vida.

Vida personal y familiar

Vivió de cerca el régimen comunista y la Revolución Rusa, el conflicto bélico y el clima de incertidumbre y pobreza que provocó, algo que influyó en su vida, en su familia y en su poesía. Se casó a los 19 años con el cadete Sergei Efron, aunque tuvo otros amores (tanto hombres como mujeres), como la poeta Sofia Parnok. Efron se unió al Ejército Blanco (adversario del Ejército Rojo, siendo éste último el vencedor de la guerra) y Marina regresó a Moscú para estar a su lado, viviendo de cerca el horror de la guerra. Durante esos años, tuvieron dos hijas en común, Ariadna e Irina. La hambruna provocada por la guerra obligó a Marina a dejar a su hija pequeña, Irina, en un orfanato, con la esperanza de que estuviese bien cuidada y no padeciese el hambre y los estragos de la guerra, pero fue un gran error, ya que la pequeña acabó falleciendo justamente a causa del hambre, algo de lo que Marina siempre se sintió culpable.

Marina Tsvietáieva y su marido, Sergei Efron

Praga

Tras el fallecimiento de la niña, Tsvietáieva, Efron y Ariadna pusieron rumbo a Praga, donde intentaron rehacer sus vidas. Durante esos años, Marina escribió poesía, siendo uno de los poemas más destacados de ese momento The Poem of the End, que dedicó a uno de sus amantes, Konstantín Rodzévich, cuya relación por carta puede leerse en Cartas de amor a Konstantín Rodzévich (edit. Renacimiento).

Durante esta época, comenzó otra relación epistolar con los escritores Boris Pasternak y Rainer Maria Rilke, cuyas cartas se encuentran recogidas en el epistolario Cartas del verano de 1926 (Minúscula, 2012) y que recomiendo mucho. Se dice y se rumorea que Marina mantuvo una relación amorosa a distancia con, al menos, Pasternak (aunque me inclino a pensar que también con Rilke, dado el precioso poema que le dedicó y la elegía que el mismo le escribió a la muerte de Marina).

También tuvo a tuvo a su tercer hijo, Gueorgui, un niño ruidoso, de difícil carácter y bastante escandaloso; pero el tiempo en Praga había terminado para ellos, y decidieron mudarse a París. A partir de ese momento, comenzó el declive de Marina y su familia durante los 14 años que permanecieron en la capital francesa. Marina contrajo tuberculosis, apenas publicaba escritos y poemas, percibía una pequeña ayuda del gobierno checoslovaco y no se sentía integrada en el círculo literario de artistas rusos afincados en Francia. Sumado a ello, Efron anhelaba volver a su país y simpatizar con la causa soviética, algo a lo que se unió Ariadna, por lo que comenzó a espiar para el servicio secreto precursor de la KGB. Efron y su hija Aridana regresaron a la Unión Soviética, donde Efron fue acusado del asesinato de un desertor soviético.

Tsvietáieva y su hijo pequeño, Gueorgui

El declive

Todo ello derivó en un interrogatorio para Marina, que concluyó con la idea de que ella no era conocedora de las actividades políticas de su hija y de su marido, que se creía incluso que había estado implicado en el asesinato del hijo de Trotsky. No corrieron la misma suerte su marido y su hija Ariadna, que fueron arrestados por espionaje. Efron fue ejecutado en 1941 y Ariadna pasó ocho años en prisión. Estos acontecimientos repercutieron en la vida profesional de Marina, que encontró todas las puertas cerradas (tanto en lo referido a la residencia en Chistipol, que les fue denegada a su hijo y a ella, como en su carrera literaria). Fue condenada al ostracismo, sus obras fueron censuradas y ningún medio quiso publicar nada de ella.

Marina y su familia

La incógnita sobre su muerte

Intentó malvivir con su hijo Gueorgui durante una temporada, pero el destino le tenía preparado un trágico final. Marina se ahorcó el 31 de agosto de 1941. El motivo y la forma de la muerte están difusas; mientras que unos creen que la situación extrema en la que se encontraba la llevó a quitarse la vida, otros se inclinan a pensar que no fue un suicidio, sino que unos agentes de seguridad entraron en su casa, -aprovechando que se encontraba sola-, y la forzaron a suicidarse, según narraron algunos vecinos.

A su muerte, Rilke le dedicó esta preciosa elegía:

¡Oh lo que se pierde en el espacio sideral, los astros que caen,
Marina!
Adonde nos arrojemos, sea la estrella que sea,
No la acrecentamos. El conjunto está siempre contado.
Así, el que no se viene abajo tampoco merma la cifra sagrada.
El que cae renunciando, cae al origen y sana.
Entonces ¿es todo un juego, trueque de lo idéntico, desplazamiento,
No hay nombre alguno, ni espacio para íntima ganancia?
¡Olas, Marina, somos mar! ¡Honduras, Marina, somos cielo!
Tierra, Marina, somos tierra, somos mil veces primavera, como Alondras
Que una canción fugitiva arroja a la invisibilidad.
Lo empezamos con júbilo, y enseguida nos sobrepasa del todo;
De pronto, nuestro peso doblega el canto y lo convierte en queja.
Pero ¿y la queja? ¿No será júbilo más joven, hacia abajo?
También los dioses de abajo quieren alabanzas, Marina.
Los dioses, cándidos, esperan alabanza, como escolares.
Alabemos, querida, derrochemos loores.
Nada nos pertenece. Rodeamos un poco con la mano los cuellos
De flores intactas. Lo vi junto al Nilo, en Kôm-Ombo.
Así, Marina, hacen la ofrenda los reyes, renunciando ellos
Mismos.
Como los ángeles pasan marcando las puertas de los que han
De salvarse,
Así rozamos nosotros esto y aquello, lo que se nos antoja sutil.
Ah, qué lejos transportados, ah, qué distraídos, Marina,
Con el pretexto más nimio. Hacemos señales, nada más.
Este silencioso comercio, cuando uno de nosotros
No aguanta más y se decide a echar mano,
Se venga y mata. Pues, por su contención y su sutileza,
Ya habíamos notado su poder letal, y también
Por la extraña fuerza que nos torna de vivientes
En superviviente. No ser. ¿Recuerdas cuántas veces
Una orden ciega nos llevó por la antesala helada
De un nuevo nacimiento? ¿Nos llevaba? No, a un cuerpo hecho
De ojos,
Negándose bajo intocables párpados. Llevaba el corazón, derrotado
En nosotros, de una estirpe entera. Adonde van las aves
Migratorias
Llevaba al grupo, imagen de nuestra flotante mudanza.
Los que aman no deberían; Marina, no deben
Saber tanto de la decadencia. Deben ser como nuevos.
Sólo su tumba es vieja, sólo su tumba se acuerda, oscurecida
Bajo el árbol sollozante, se acuerda de lo eterno.
Sólo su tumba se quiebra; ellos son flexibles como varas;
Lo que los dobla en exceso, los torna en bella corona.
¿Cómo se van en alas del viento de mayo! Del centro de Siempre
En el que tú respiras e intuyes, los excluye el momento.
(Oh cómo te entiendo, flor femenina del mismo
Arbusto imperecedero. Cómo me avento al aire de la noche,
Que a no tardar te rozará.) Pronto aprendieron los dioses
A fingir mitades. Nosotros, presos en la órbita,
Nos llenamos hasta formar un todo, como un disco lunar.
Tampoco en el tiempo menguante, tampoco en las semanas
Del cambio
Nadie nos ayudará más a alcanzar la plenitud, nadie sino
Nuestro propio paso solitario sobre el paisaje insomne.

A Marina Tsvietáieva-Efron – Rainer Maria Rilke

Su estilo literario

Las obras de Tsvietáieva fueron prohibidas en la URSS y no volvieron a publicarse hasta los años ´60, casi 20 años después de su muerte. Sus poemas tienen una extraña fuerza vital, tratando temas muy diversos como el contexto político, el amor y el desamor, la tristeza o la libertad. Son de sobra conocidos los que dedicó a sus compañeros poetas (Ajmátova, Pasternak y Rilke). Uno de mis favoritos es, precisamente, el que le dedica a Anna Ajmátova, quien vivió una vida y una situación muy similares a las suyas. La antología El canto y la ceniza recoge los poemas de ambas de forma conjunta.


¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
Y tu puro lamento nos traspasa como flecha.

Nos empujamos y un sordo ah
De mil bocas te jura fidelidad, Anna
Ajmátova. Tu nombre, hondo suspiro,
Cae en es hondo abismo que carece de nombre.

Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
Llevamos una corona.
Y aquél a que a muerte hieres a tu paso
Yace inmortal en su lecho de muerte.

Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
Y el vagabundo ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.

A Ajmátova – Marina Tvietáieva

Su hija Ariadna y su legado

Gracias a su hija Ariadna, tenemos las obras de su madre, ya que fue ella quien se empeñó en rescatarlas del olvido y dedicó su vida a recopilar y difundir su legado literario. También podemos disfrutar de una de sus obras, Marina Tsvietáieva, mi madre (Circe, 2009), donde describe sus recuerdos de infancia y nos presenta la verdadera mujer que había detrás de la escritora. Es otra obra que te recomiendo mucho.

Recopilación de fotos de Ariadna Efron

Recomendaciones literarias

Si quieres empezar a leer a Tsvietáieva, aquí te dejo algunas recomendaciones para que conozcas sus obras, tanto cartas, como poesía y ensayo:

Mi Pushkin (Santiago Arcos, 2003)

El diablo (Anagrama, 1991)

El poeta y el tiempo (Angrama, 2024)

Un espíritu prisionero (Galaxia Gutenberg, 2016)

Ariadna (Oriente y mediterráneo, 2006)

Poemas (Cátedra, 2023)

Cartas de amor a Konstantín Rodzévich (edit. Renacimiento).

Las cosas que más amo en el mundo: la música, la naturaleza, la poesía, la soledad.

Absoluta indiferencia por la opinión pública, por el teatro, por las artes plásticas. Mi sentido de la propiedad se limita a mis hijos y a mis cuadernos de trabajo.

Si tuviera un escudo, grabaría en él: ‘Ne daigne’.

La vida es una estación, pronto partiré: adónde- no pienso decirlo

Marina Tsvietáieva

Aquí os dejo cómo quedó mi carta de febrero, que llegó a su destino:

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